En estos días he presentado la documentación en el obispado de mi ciudad para convertirme en apóstata. Esta palabra tan tremenda que suena a cruce entre amenaza y enfermedad, es algo tan sencillo como solicitar oficialmente a la Iglesia católica que elimine mis datos de sus archivos.
Conozco bien esta institución, es el club en el que me criaron. Fui bautizada e hice la comunión vestida de monja. También realicé todos mis estudios previos a la universidad en un colegio religioso.
Mi padre pasaba más tiempo trabajando en la parroquia que en casa, y muchos feligreses pensaban que era cura. Esa era su forma de activismo.